LOS PERSONAJES QUE CREA YO COMO IDEALES SUYOS (Más en Archivo RC)
Así como el novelista funde en una trama a los personajes de su obra, que son versiones psicológicas de sí mismo, el yo (ego), que hemos visto anteriormente en el otro artículo, hace algo similar. Convierte su vida en un teatro, en el que el yo genera personajes de sí mismo, con los que se identifica además. Comienza así su dimensión personal a desviarse de la propia vida.
¿CÓMO GENERA YO SUS PERSONAJES?
Si, por ejemplo, tengo idea de ser “poca cosa” y mi ideal es “ser muy importante”, produciéndome esto desazón, gran parte de mis pensamientos objetivos y de mis actividades de relación irán dirigidos a ser muy importante para poder ser “feliz” eliminando mi desazón.
Todo ello se vive de forma compulsiva e incluso agresiva, si la actitud de alguien nos recuerda que somos “poca cosa”. Se crea así dentro de nosotros un personaje efectivo, diferente de yo, pero al que éste le dedica su vida y con el que además se identifica diciéndose: “yo soy poca cosa”.
Mira muy bien la generación de personajes por tu yo, porque estoy seguro de que es fuente de grandes desdichas. Apoyándonos pues en los escalones ideal-idea-objeto, llenamos la mente de múltiples contenidos escalonados, a los que llamamos personajes, que nos impiden sentir, pensar y amar con independencia de ellos; nos convertimos en un guion teatral.
Si la idea de una circunstancia está encadenada con reacción de cólera, cuando aparezca dicha circunstancia, yo se identificará con ser colérico. Posteriormente el yo creará el siguiente personaje: “yo soy colérico”.
Todos los personajes se generan análogamente y funcionan como una sombra, que obscurece lo que realmente se es. Además el yo se identifica con el personaje y le deja “vía libre” cuando aparece la circunstancia, como en el caso de la cólera que no le es posible “aguantarse” porque es colérico.
EL PERSONAJE DEL “NIÑO”
El personaje del niño determina muy especialmente a todos los demás. Cuando el niño es muy pequeño, sus educadores le aceptan tal y como es; pero cuando empieza aquél a querer manifestar su yo, el educador no le corresponde con su yo, porque no lo vive, sino que le va imponiendo la estructura de comportamiento de su propio yo, con el que sí vive. Esto se transmite además generacionalmente como una desviación original.
El niño entonces empieza a desconectarse de su fondo vital, por el que fluye su potencial de energía-amor-inteligencia, quedándose en situación de angustia larvada. Finalmente se adapta, de una manera falseada, a las condiciones del yo de su educador.
Puede así sobrevivir y huir de la angustia y del abandono en los que siente que vive. Se va creando así el personaje del niño, que condicionará sobremanera al yo del nativo adulto. Un ejemplo ilustrativo en la pantalla es la relación entre el trineo “Rosebud” y el “Ciudadano Kane”.
Cuando el niño se abre plenamente a la Dimensión Social, se le imponen los personajes sociales admitidos. Para ocultar falsamente el personaje del niño su pequeñez insatisfecha, querrá alcanzar el homínido adulto las mayores cotas sociales, como ser: artista, político, etc. La popularidad y el reconocimiento del público le compensan entonces del afecto incondicional que no tuvo cuando era niño. En el caso contrario, puede llegar a ser el adulto extremadamente cruel.
Está claro que la afectividad de los padres al hijo y la visión del mundo que le ofrecen influyen en los ideales que nutren a todos los personajes que crecen con el niño. Más que recetas mentales, que el niño comprueba que están falseadas, los educadores tienen que transmitirle la búsqueda de lo verdadero, ejercitando el Discernimiento con él mediante ejemplos.
Existe paralelismo somático entre los personajes y la mielinización del lóbulo prefrontal del cerebro. Ésta tiene lugar desde la infancia hasta la adolescencia tardía, pues se “rigidiza” aquella parte del cerebro, constituyéndose así en algo estructural de la vida.
La verdadera crisis de la Humanidad es de afectividad.